Atrapada en una armadura oxidada

 

¿Quién se acostumbra como si nada a levantarse cada mañana como un caballero medieval que ha dormido con su cota de malla y su armadura, que encima se ha oxidado de repente, y su caballo ha desaparecido?

Las praderas amarillas de los sueños de mi infancia siguen siendo vastas, hermosas y rasas y siento el mismo deseo de siempre de atravesarlas, como decía Kafka

”...cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas…”

La vejez me ha sorprendido, ha llegado hasta mí arrollándome como un tsunami, y estoy desconcertada….

Y enfadada, como una niña rebelde, me dice mi amado hijo- Y tú no eres así, madre.

Acéptalo y no le des más vueltas, me digo.

Pero no es fácil alinear este cuerpo gastado y en apuros con mi espíritu todavía aventurero, salvaje, inconformista y hasta gamberro.

No es fácil acostumbrarse a las arrugas, a la falta de flexibilidad y de tono muscular, a los dolores constantes de la artritis, a no poder saltar escaleras de dos en dos ni acuclillarse… A tener que sentarme cuando llevo menos de una hora caminando.

Sé que mi vejez y yo acabaremos pactando y echándonos unas risas, pero en este momento no la aguanto. Y ella, vengativa y sabiendo que tiene las de ganar, me mantiene atrapada en esta armadura oxidada hasta que me rinda o acepte su mandato, riéndose de mi ilusoria rebeldía. 

Mensaje que mi vejez ha enviado por wasap con mucha guasa mientras andaba de compras para olvidar:

Nena (risas) vas a cumplir 68 años esta primavera, y según cualquier libro de estilo eres a todos los efectos una anciana (más risas). Déjate de zarandajas medievales y acéptalo.

Adiós glamur. Bienvenido confort

 

Nunca  he llevado zapatillas de estar por casa, me refiero a estas zapatillas peludas y confortables con las que arrastras los pies mientras disfrutas de su confort sin  más pretensiones. Aunque sí he utilizado calzado cómodo, pero siempre con un toque estético que me permitiera salir a la calle en caso de desearlo. 

Creo que este hecho se debe a un "trauma" de infancia que algunos ya conocéis y que ocurrió cuando yo tenía siete años. 


Llamadme frívola, pero nunca superé que al ingresar en el internado las monjitas, desesperadas ante mi enorme pie para el tallaje de la época, decidieron cambiar mis preciosos zapatos de charol, con los que llegué vestida como una niña de película americana, por unas horrorosas zapatillas de abuelo de cuadritos.

Y me obligaran a olvidarme de mis calcetines de perlé blanco a cambio de unos de hombre marrones, flojos de goma y con pelotillas de lo usados que estaban. 

Pero por fin os digo, alto y claro, que se acabó la tontería por mi parte. 

"Adiós glamur, bienvenido confort"


-Eh, alto ahí,  Tesa, eso lo dirás tú, porque mira yo que glamurosa luzco

-Ya veo, Pluma,  que te puede la estética,  porque ese silloncito que compré por internet y que parecía mullido en la Web, es más duro que el turrón de Alicante. 

"A los dioses pongo por testigos que  nunca más compraré un sillón sin probarlo"


Y digo yo, ¿no se puede combinar el glamur con el confort como hago yo?

Pues en tu caso, parece que sí, estás divina de la muerte, y seguro que muy cómoda en ese sillón animal print. 

Y yo os pregunto a todas y todos:
 
-¿Qué es lo primero que os quitáis cuando llegáis a casa?


¿Cómo vais por casa? 

¿Confortables, glamurosos o *hecho unos zorros?

hecho unos zorros” expresión que se utiliza cuando alguien tiene un aspecto desaliñado, deslucido o desastrado. El origen es una especie de sacudidor para el polvo, que se llamaba "zorro"

Si quieres que los dioses se rían, cuéntales tus planes...

Mientras nosotros seguíamos empeñados en nuestros planes, los dioses jugaban a los dados con ellos y se morían de la risa.


Menos mal que cuando todo se complica de una manera absurda, como en esta mudanza,  me da por reír también.  


Así que para este 2022 no me he propuesto NADA. Haré lo que pueda. 

Lo bueno de estrenar año es que todavía nos caben en él todas las esperanzas. También las incertidumbres, porque... la vida sin incertidumbres sería un encefalograma plano. 


Queríamos vivir cerca del mar, como antaño, pero el mar nos queda a un poco más de media hora en BUS o  algo más en Metro.


A cambio vivimos en un barrio muy estimulante y que nos encanta, con un gran Paseo flanqueado de edificios regios y vecinos amigables que han empezado a socavar mi resistencia a abrir el blog como veis. 

"Háblame del mar marinero, dime si es verdad lo que dicen de él, desde mi ventana no puedo yo verlo... 

...Desde mi balcón, todavía sin plantas,  el mar no se ve,  aunque lo presiento