Madrid, 4 meses de infierno... y esa loca desatada que me habita

 
¡No vemos en otoño! ¡Espero!*


El calor me vuelve majara. Hago cosas impensables en mí como salir a la calle con las chancletas de estar por casa y un vestido de seda de colores que me hace parecer una oronda y alegre señora  de crucero por el Caribe.

Además, llevo un abanico en una mano y un espray de agua helada en la otra y, mientras camino, me mojo con el agua fresca de la cabeza a los pies, literal. Como si me estuviera perfumando en plan compulsivo.
Tengo estos refrigerados en el congelador que, aparte de usar para mis dolores, me llevo a la cama todas las noche. Unos van entre la funda de la almohada y mi cuello y otros en un cojín sobre el que pongo las piernas.

Coloco los pies sobre un bloque de hielo de nevera portátil y, cerca, el ventilador a todo trapo. En ocasiones extremas,  me envuelvo completa en un pañuelo grande mojado. Suerte que a mi Xavi mi locura no le espanta. Es un hombre fuerte.
Por eso y más razones, me despido hasta que el otoño me devuelva la poca cordura que me queda.

Ah, el que dude del Cambio Climático delante de mí que se atenga a las consecuencias, el calor me vuelve salvaje e irracional. 
 

* El mundo deshaciéndose como un helado que he utilizado para mi fotomontaje es de una campaña de publicidad de  World Wildlife Fund

Mujeres reinventando el mundo. Despaisajes

Un turbante de nube, de arena el vestido, unos borceguíes de sal. Como abrigo, ráfagas de viento. En la mochila, un fisquito de montaña

Así va, recorriendo el mundo *

Se cargó una ola al hombro y el mar ya no fue el mismo

Lleva un trozo de río atado a la cintura y los salmones le brincan por el pecho

* Todos los textos son de Virgi, de su serie Despaisajes. No te pierdas su blog, pincha AQUÍ

Gracias, amiga, por deleitarme con tu talento y sensibilidad poética e inspirarme estos fotomontajes. Lo he pasado en grande haciéndolos.