Contra la soledad: ¿helados y buenos recuerdos?

 

Mientras la cajera trata de averiguar el coste de un producto sin etiquetar, el hombre que me precede en la cola de Súper me dice, señalando mi carro con una variada y abundante compra:

-Se nota que usted vive rodeada de gente. Mire mi cesta, es la compra de un solitario.

Dos raciones de comida gourmet, una botella de buen vino y muchísimos helados con diferentes presentaciones. 

  - Es una locura esa cantidad de helados para una persona. ¿De verdad se los va a comer todos?
 -Ya lo creo, los solitarios y los helados combinan de maravilla.

-Me da dentera sólo de imaginarme comiendo tantos helados. ¿Y con qué los acompaña?

Se ríe con ganas y contesta divertido.

- ¡Con buenos recuerdos! A estas alturas de mi vida, sólo recuerdo lo bueno…

Regresa la cajera. El solitario paga su compra y nos despedimos con una sonrisa cómplice por ese pequeño momento de confidencias. 

Mi entrenador personal controlando mi dieta, siempre le cuelo una botellita de vino que hago pasar por zumo. Es muy estricto. Creo que los músculos le aprietan el cerebro.

Pensando en mi entrenador...

-Ah, no se olvide de poner más recuerdos que helados en el menú, si no quiere perder la cintura. 

Mientras arrastro la compra camino de casa pienso en qué hacía yo cuando me sentía sola, uf, nada de helados. Cuando estoy mal apenas como.  

Me tienta beber, pero no lo hago porque no me gusta perder el control.


 Caminar sin rumbo, sola, es lo mío.  Camino el tiempo proporcional al dolor que siento.  Mover las piernas airea mis pensamientos y me calma.

Y tú, ¿qué comes o haces cuando te invade la soledad, la tristeza, la nostalgia, el desencanto, el desamor…?

Replicantes. Hay otros mundos, pero están en éste


Por fin descubro el truco de mi vecina sesentona para tener los brazos torneados como una adolescente. Unas vueltas de cinta americana y… ¡hala! a lucir brazos de diosa.

Chalados llaman a los que afirman que Elvis Presley está vivo, pues yo he visto al mismísimo Michael Jackson anunciando las Rebajas de unos Grandes Almacenes a ritmo de Thriller.

Ya que estoy aquí, entro a ver si encuentro alguna ganga, y me topo con el nuevo guarda de seguridad contra hurtos y desmanes. El tipo impresiona, pero mucho más su hermano gemelo, nuevo cobrador de morosos. 

Hasta ahora te mandaban a un señor vestido con frac que no intimidaba nada, todo lo contrario, pero alguien con hacha y estas pintas, te hace rebuscar hasta en las ranuras del sofá.

Callejeo para despejarme y me fijo en este pequeño orejón que me guiña el ojo. A estas edades, en que dicen que las mujeres nos volvemos invisibles, esta ingénua picardía me anima, pero…

…en realidad bebe los vientos por la chica de enfrente. Con mi look casual no puedo competir con tanto glamour.  
Transparencias, labios impecables y ese sombrero tan chic 



Aunque me chifla el sombrero, desisto de comprarlo y el dependiente se enfada cuando le pregunto si venden bastones a juego, que mi  cuerpo ya no está para más estropicios.


Un toque en el hombro y una voz melodiosa. Por fin alguien real, aunque con una extraña petición.

No quiere una pose especial ni que le envíe la foto. Se coloca con su litrona de cerveza y hago clic algo intimidada.

Cuando llego a casa compruebo que por la luz y la posición del modelo debería salir reflejada en sus gafas… y no estoy.

No me atrevo a mirarme al espejo, sé muy bien que los replicantes y otros especímenes sin clasificar están ya entre nosotros. Y encima recuerdo de sopetón lo que dijo el poeta Éluard :

"Hay otros mundos, pero están en éste”