No estamos locos, que sabemos lo que queremos




Ha llegado el momento de hacer un parón, darle descanso a la neurona, renovar ideas y preparar un plan B para que este sistema enfermo no nos contagie y nos convierta en seres grises, muertos de miedo y fáciles de manejar a su antojo.

¡Vacaciones desconectada de la red!

Charla, relax, comida rica y sana, estar con la gente que quiero, leer, pasear, reflexionar en soledad, ver cine, escuchar música, algo de playa, pero sin abusar para no parecer un dálmata al final de temporada…

También remataré algún proyecto viejo, esbozaré algún otro nuevo, pondré orden en mis archivos, papeles, cabeza y armarios…

¡Uf, me parece que me he pasado! Ya me estoy cansando, sólo de leerlo.

Mimaos mucho, poned un poco de locura en vuestras vidas, amad, permitir que os quieran y tened siempre a la vista algo por lo que luchar y soñar.

Ah, y que no falte el humor. Reírse de uno mismo es el de mejor calidad.

Nos vemos a la vuelta. Muchos besos.

Si quieres ver qué cara pongo en las fotos, clica en el link de abajo:


Intervención irreverente sobre grafiti callejero en 7 clics

 
Erase un grafiti en la pared derruida de un descampado en el que las gaviotas gritan de camino al mar y aparcan los coches amontonados.

Y en el que cuando llueve se monta un barrizal, que ríete tú de las pelis del Vietnam con los americanos añorando las praderas y el pollo frito, tratando de encender un malboro empapado.
Clic

 
Las pequeñas pelonas, que pululan por el barrio, no soportan la tristeza de los niños del grafiti, así que les regalan un perro que han encontrado abandonado.

Las tristezas compartidas son casi alegrías piensan los tres con esperanza.
Clic

 
Ocaso se llama el perro, porque lo encontraron a esa hora de la tarde en que el sol tinta de oro hasta el cemento del mal camino.

Un coche cargado de buenas personas se marcha de vacaciones y deja al perrito abandonado. Él espera confiado que regresen, porque no conoce el corazón de los hombres.  
Clic

 
Hay otro niño en el grafiti al que las pequeñas quieren hacer un regalo. Un bebe que juega con un charco que parece más de soda que de agua de mar.
No pueden traer olas ni mareas ni sirenas, el charco es muy pequeño, pero sí…
Clic

 
…peces con escamas brillantes de metal. También girasoles recortados de una reproducción china de un cuadro de Vang Gogh.

Ha quedado mucho más bonito, ¡dónde va a parar!
Clic

 
El corredor más macizo del barrio deja la arena de la playa y corre dentro del grafiti  donde el horizonte es un suflé de mandarina, nata y fresa, y un pescado que se ha pasado con la operación biquini llora con lágrimas de cocodrilo porque se ha quedado en la espina.
Clic


-Y yo, ¿qué hago aquí en este paisaje post crisis más quemado que un españolito de a pie?- piensa el gato carbonizado mientras juega cansino con el ovillo de lana rojo utilizando la telequinesia.

-Chaval, pues mírame a mí, antes era un tiburón con toda mi carne prieta, mi altivez y mi voracidad… y ya me ves, devorado por la prima de riesgo.

-Ojo, raspa, los rescatadores. ¿Qué hacemos?

Y el tiburón, que ahora parece el esqueleto de una caballa y desde la crisis lee los pensamientos, le transmite un mensaje escueto:

-¡ShhhShhh! Hazte el muerto.
Clic


Nota: si el autor del grafiti original se reconoce en el fondo de esta intervención irreverente, que lo diga ahora, y lo nombraré  autor plagiado, o que calle para siempre.

Hola, ¿hay alguien ahí?

 
Allí estaban, uno junto al otro en espera de uso, como el conector siamés que se anuncia a sus espaldas.

La mujer de blanco no se atreve a romper el silencio. En su mundo son los hombres los que dirigen las conversaciones, pero los pensamientos son libres, ¡qué caray!

-Hijo, qué mustio te veo y como pasas de mi presencia, qué menos que un “hola, señora.” Pero nada, tú a lo tuyo, con los ojos bizcos sobre la pantalla. Por Alá, que esos aparatos no tienen que ser buenos para el corazón…  


*** *** ***

Una abuela vestida como la Madre Teresa de Calcuta, está  sentada a mi lado en la calle, me observa como si fuera un insecto, teclea el hombre en su iPhone

Eres un insecto, le responde la pantalla.

El hombre gime y hace un gesto con la cabeza como una tortuga saliendo de su caparazón.

-Hijo, ¿te encuentras bien?

El hombre asiente sin mirar a la señora de blanco mientras teclea compulsivo.

No sé quién eres, ni me importa. Insecto lo serás tú.

Es una broma. Mi Nick es Kafka ¿Me agregas como amigo?

El hombre se muerde la uña del dedo meñique, mientras despliega una colección completa de tics.

 Vale… (pausa) Sí.

 Aguarda la respuesta, respirando por  la boca, hiperventilándose.  

 Ok, insecto. Te agrego también.

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El hombre sonríe por primera vez



Y es que como dejó por escrito Ling Yutang, con esa mezcla de filosofía oriental y lucidez:

El hombre es una criatura soñadora, burlona, curiosa, y díscola que ha de llenar su estómago y entretener sus manos y su cerebro. 

Y digo yo, con mi filosofía de andar por casa, que somos criaturas soñadoras que huimos del eco que produce el silencio al otro lado de nosotros mismos.  Donde, arrumbados, nuestros miedos y los anhelos que no nos atrevemos a cumplir nos susurran esperanzados:

Hola, ¿hay alguien ahí?