Un caballo, un jinete… un pájaro



 
Érase una vez una treintañera que con algo de dinero extra en el bolsillo se le ocurrió darse un capricho y se compró un caballo. Y como es habitual en ella lo eligió sin tener en cuenta la opinión de los expertos.

Mi caballo se llamaba Gregal, como el viento del Noroeste al que los navegantes catalanes y aragoneses confiaban sus barcos de vela para llegar a Grecia.

Me enamoré de su cara árabe, de frente plateada con un mechón negro despeinado que le caía entre los ojos. De su carácter noble.
Era tímido y nervioso por su sangre inglesa, y resistente y temperamental por su herencia española.

Me hizo gracia su porte desgarbado, su pecho algo estrecho, que consiguió muscular con nuestros largos paseos… y que sacara la lengua a un lado cuando se aburría al paso.

Aprendí lo básico para poder montarlo y me fui con Gregal al campo. Enseguida comprendió que debía adoptarme y suplir con su sabiduría equina todas mis carencias.
 
Jamás usé la fusta, ni siquiera el tacón de la bota, iba a mi voz y a su aire
Tenía el paso torpe, pero su trote era preciso y rítmico como el de un bailarín. Apenas sudaba, era un corredor de fondo pero muy veloz al galope… Volábamos.
Un caballo, un jinete… un pájaro. 
Me dolió venderlo al cabo de tres años, porque mantener a un caballo a pupilaje (en una cuadra ajena) es bastante caro.
Un día que iba sola me perdí en el bosque, me asusté cuando empezó a oscurecer y no era capaz de reconocer el camino de vuelta.

-Gregal, cielo, haz lo que puedas, pero necesito que me lleves de regreso.

Se me pasó el miedo, confié en su instinto y en cuanto vi la cuadra lo llené de besos y expresiones cursis, que él ignoró muy digno.

Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo” *

¡Qué buenos tiempos,Gregal! En mi recuerdo sigues siendo el mejor. Gracias por enseñarme a volar.

*La cita es de Armando Palacio Valdés, escritor español

Fotos:reflejos en el agua del Monumento ecuestre al General Martínez Campos, del escultor Mariano Benlliure

Lorca, versos ilustrados III (Poeta en Nueva York)

¡Negros! ¡Negros! ¡Negros! ¡Negros!
La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba…
 
Sangre que mira lenta por el rabo del ojo
y disuelve a las mariposas en los cristales de las ventanas…
 
(El rey de Harlem, Lorca)

 
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