-Está
bien, CobraFlor, te hago cosquillas, pero tienes que
ayudarme a conquistar a Ciclamen
rojo. Necesito poseerlo y, tal vez, zampármelo al acabar la cópula, que estoy
harta de machos verdes, y un poco de néctar fresco me iría de cine.
Mantis esnifa el elixir
de amor preparado por CobraFlor y se queda dormida. Al despertar, corre
hacia el agua remansada y contempla satisfecha el efecto del bebedizo.
-Ciclamen, amorcito, mira que cuerpo me he agenciado
solo para ti. Hazme tuya. Puedo ser lo que tú quieras: apasionada, carnal,
romántica, etérea… Pídeme la luna, y a por la luna voy.
Pero a Ciclamen, que es de gustos caseritos y no está para romances raros, le escama el ardor de la Mantis y huye despavorido.
Cuando comprende que la Mantis no se da por aludida, no le queda otra
que ahuyentarla a pistilazo limpio.
Y
así fue como la Mantis
regresó al amor seguro y sosainas de siempre; y a su dieta nupcial habitual.
Pese a lo que las malas
lenguas dicen, la Mantis no se come a todos sus pretendientes,
pero desde que la FAO acaba de nombrar proteína para
pobres a sus congéneres, ella
teme quedarse sin machos que llevarse a la boca, y sólo copula con final
salvaje.
Fotomontajes hechos reciclando fotos mías y de internet