De
la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres (Lorca
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Me
sale al paso un chico menudo, veintitantos, poco abrigado para el frío de enero
en Madrid. Tiene un poco afectada la
movilidad, por alguna causa no visible y eso podría dar la falsa idea de que
está borracho.
-Disculpe,
señora, no quiero dinero, sólo quiero que me escuche.
Me
paro.
- ¿Puede
comprarme algo de comer ahí? - señala una tienda con pastelitos, bollería y
bebidas.
- Sí,
claro, ven y elige lo que quieras.
Entramos.
Me sale la vena maternal y trato de incitarlo a comerse los bollos más grandes del
expositor, bollos increíbles con cubiertas de chocolate o bañados en algo rosa que
yo sería incapaz de digerir.
Valora
la mercancía expuesta sin prisas, y acaba eligiendo una pequeña tarta de nata
cubierta de almendras.
- La nata llena, me dice. Me basta. Es que si como mucho,
no me sienta bien.
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Me
lo cobran a precio de turista, debe ser porque llevo la cámara colgando.
El
chico me desea un feliz año y me dice que nunca me olvidará.
Toma
la iniciativa de besarme y a mí me enternece. Nos besamos a la española: intercambiando
dos besos, uno en cada mejilla.
Tengo
un olfato excelente y confirmo que no bebe, aunque si lo hiciera, no soy nadie
para juzgarlo.
Lo
dejo entibiándose al sol, comiéndose en la acera su pastelito a pequeños
bocados. Me voy con un nudo en la
garganta y me siento mal por no haberle dedicado un poco más de mi tiempo.
Tal
vez, si lo vuelvo a encontrar le pregunte cómo se siente, si tiene madre… frío,
si necesita un abrigo o si quiere que nos sentemos a tomar un café en algún
lugar agradable y calentito.
Tal
vez, le incomoden mis pretensiones de “buena gente” y sólo quiera que le
solucione su desayuno sin más historias.
Ocurrió
en Madrid, a las 10:30 de un día muy frío de invierno.
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Sé que hay mucha gente a la que le dan miedo los mendigos o pararse a hablar con un desconocido.
ResponderEliminarPor fortuna no es mi caso, así que a veces me ocurren pequeñas historias agridulces como ésta que hoy os cuento.
No creo en la caridad, sino en la justicia y la igualdad, pero mientras llegan...habrá que hacer algo.
Recuerdo lo que decía Gandhi:
"Por insignificante que sea lo que hago, tengo que hacerlo"
Muchos besos, y gracias a todos los que pasáis por El Almacén.
Una historia muy tierna...
ResponderEliminarMuchas como esta cada día. Me ha gustado tu actitud y como lo cuentas, sin moraleja.
La realidad es la que es y está en las puertas de los super o en cualquier esquina.
¿Qué hacer? No lo sé, sólo se que cada uno actuamos de una manera. Lo peor es que como tantos, a veces miramos para otro lado.
Besicos, Tesa.
Bella historia y real. Si te lo encuentras averigua hasta donde puedas...ellos saben siempre hasta donde contar...
ResponderEliminarBesos!
Querida Tesa, te deseo paz e ilusión para este año,y disfrutar de tus historias,cuantas personas que estan ahí esperando simplemente una palabra...un abrazo.J.R.
ResponderEliminarCierto, Tesa. Lo tenemos a la vista a diario. Casos como el que nos cuentas tan en primera persona.
ResponderEliminarTal vez le incomoden tus pretensiones de "buena gente" pero más le incomodarían que hubieras pasado de largo; que hubieras apartado su cara de la tuya ante esos besos de agradecimiento.
Una estampa de invierno muy habitual que tu has llenado de ternura y humanidad con tu actitud.
Un abrazo inmenso para ti desde la orilla de las palabras.
Que hermosa historia real Tesa, has hecho que recordara el mendigo amigo de la protagonista de "Ella que todo...de Angela Becerra. Y es que el miedo nos hace insensibles...mil hurras por ti mi niña!!!
ResponderEliminarBesazos
da escalofríos pensar en la vida de ese muchacho... y me gusta como lo cuentas, de un modo natural, sin dramatismo, pero con toda la carga emocional.
ResponderEliminarbiquiños,
Hola Tesa,tu historia la conozco, porque tengo la costumbre de escuchar a cualquiera que quiera hablarme y lo escucho con atención, siempre que sea correcto.No tengo predilección por los humanos,pero se que hay gente buena ,que no tiene prensa,porque no es noticia.Un beso Martha
ResponderEliminarHola Tesa, descubro su blog de la mano de otros tanto... navegando por la blogosesfera con mi barco de papel, decido atracar un rato en este peculiar "almacén de los días perdidos"...
ResponderEliminarUna historia que me conmueve...
Un placer visitar tus letras, con permiso por aquí me quedo.
Saludos :)
....y más de un día le vino a esperar para comerse un pastelillo a pequeños bocados.
ResponderEliminarCada uno tenemos nuestro chico menudo...
me gustó tu relato, me encantaron tus imágenes.
un gran abrazo tesa
Bella historia, agridulce, y la calle cada vez está más llena, el país está en una (obvia) situación, un poco descorazonador, pero como tú tienes corazón de sobra, no está todo perdido. Gandhi tiene razón, a veces quizá lo olvidamos. Cada acto de amor, cariño y comprensión hace un poco mejor este mundo. Y hace falta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes una mente privilegiada amiga, pero para crear esta historia además hace falta tener alma, y de eso tu vas sobrada...
ResponderEliminarTesa, impecable...
Te echaba de menos cielo.
Un besazo!
ResponderEliminar· Posiblemente (no digas nunca posiblemente...) sea la historia más tierna que hayas escrito. Tierna y cruda, que nos coloca contra la pared y hace patente la injusticia social que entre todos nos hemos dado.
Claro que no eres (no somos) nadie para juzgarlo, habiendo a tantos que juzgar, por comer demasiado calentito...
· Las imágenes no hacen más que mostrar tu fuerza expresiva... de mayor quiero ser como tú.
· BPdMyN
· CR · & · LMA ·
Hola, Tesa.
ResponderEliminarBienvenida a Madrid. Su cara más afable te saluda desde los ojos de ese chico. Jamás he comprendido cómo puede uno pasar de largo ante alguien que pide ayuda. A mí me pasó con un vejete que estaba tirado en la acera. Olía a vino, sí; pero el pobre mío había tropezado y caído al suelo y no podía levantarse solo. Nadie lo ayudó. Yo solita tuve que levantarlo. Vivía en un edificio cercano. Se me quedaron grabados sus ojos de agradecimiento.
Un besazo.
Los milagros cotidianos suceden a la vuelta de cualquier esquina...sòlo tenemos que ver con los ojos del corazòn.
ResponderEliminarUn dulzura de relato Tesa.
Abrazos y buen comienzo de año.
El corazón aflora en la buena gente y se multiplica. Yo no creo que hubiera accedido a algo así. Pero reconozco que estas muestras de amor incondicional siempre me cautivan y me alegra que haya gente como tú. Últimamente pienso mucho en lo que debe de ser estar en ese otro lado.
ResponderEliminarBesos
Ésta historia y otras parecidas solo te pueden suceder a ti, porque eres una persona observadora, sensible y en tus ojos se ve la sinceridad. Quizá tengas la posibilidad de volverlo a encontrar y él te saludará, no se olvidará de ti... la chica del dulce :))
ResponderEliminarun abrazo
Gracias Tesa,me reconfortan tus palabras, un abrazo.J.R.
ResponderEliminarAy, Tessssa, ¡qué pena! A mi tampoco me da miedo hablar con mendigos y ahora hay muchos nuevos. Vergonzantes, algunos de ellos, que son los que más pena dan.
ResponderEliminarLa eñora María, aquella de loss dedo en martillo que ya nombré, está hopitalizada y me ha dado por pensar en quien le ayudará a u hijo y nietos...
Claro que, al lado de eso, el otro día vi a un señor que empujaba una illa de ruedas, la colocó junto a una iglesia y luego e entó muy serio en ella para pedir. Me figuro que también tendría necesidades el hombre, pero me chocó su "método".
Malos tiempos...
¿Qué tal Madrid?
Te ecribiré (Por cierto no me va la "s")
Un abrazo, Carmen.
PERLITA: te ha quedado un texto muy divertido con ese fallo de la ese. ¿Has pasado el antivirús?
ResponderEliminarSAMUEL: soy muy consciente de que lo que yo puedo hacer es insignificante, pero tengo que hacerlo.
Y ojalá todos hiciéramos algo insignificante cada día que demostrara que nos importan los demás.
Besos,
No sé que decir (sólo lloro). Siempre he pensado que terminaré en la indigencia, espero que cuando me llegue el día me encuentre al paso a una Tesa Medina.
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