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El Cuervo del Kilimanjaro

Llegó boqueando o como se diga de un pájaro cansado. Fue directo al tazón. Me apuntó con su pico ribeteado de nata y dijo alto y claro:

“El Kilimanjaro es un cuenco de nata y un cuervo exhausto”

Pensé que era tan extravagante la situación y las palabras del pájaro que debía estar soñando. Me reí y el Cuervo imitó mi risa.

La montaña era el Kilimanjaro, sin duda, la había visto hacía unos días en un documental, y hasta me arrebujé en mi chal de plumas cuando empezó a nevar… 

Claro que la nieve era de confeti como de bola de Navidad. Y en mi vida he usado un chal de plumas…Y hace al menos unos años que no tengo esta cinturita de avispa…

 -Santo cielo, estoy más chalada de lo que creía.
 
 El Cuervo se río con mi risa. Y yo imité al Cuervo, y el Cuervo me imitó a mí…Me desperté riendo.

-Oh, no, porque no sonreiré como una señorita, como me decían las monjas,  en vez de reír a lo loco.

Cerré los ojos de nuevo. Quería regresar a mi sueño… Allí todo era hermoso y yo estaba ¡divina!


Lo intenté de veras, pero detrás de mis párpados ya no había montaña ni tazón de nata ni nieve de broma... y el Cuervo me había abandonado.


A la mañana siguiente descubrí que…

*…el Cuervo nunca emprendió el vuelo.

Aún sigue posado…

…en el dintel de la puerta de mi cuarto.

Y sus ojos tienen la apariencia

de los de un demonio que está soñando…

Con el deseo de que cualquier noche me lleve de nuevo a los pies del Kilimanjaro, dejo a su alcance tazones de nata y guiones de sueños surrealistas y hermosos para tentarlo.

* Los versos en cursiva son del poema “El Cuervo” de Alan Poe.