Decía Einstein, que sólo deberíamos guardar en la memoria lo que quepa en un bolsillo. Quizá por eso nuestro cerebro se rebela contra el atiborrado trastero memorial y hace una limpieza selectiva cuando le parece.
Suele dejarnos intacta la memoria de lo que fuimos en origen, y nos va liberando de las cotidianidad, de lo que soñamos ser y, sobre todo, de lo que creemos que somos, que suele ocupar demasiado espacio.
Me inquieta perder la memoria, lo confieso, porque siento que lo que soy ahora es algo ya sucedido que tiene que ver más con lo que recuerdo y cómo lo recuerdo que con lo que he vivido en realidad.
Y ya metida en este berenjenal, te pregunto a ti, clavando mi pupila en tu pupila, ¿sabes tú acaso a dónde va la memoria cuando se pierde?
Desde luego, no está en Mi Almacén de los Días Perdidos, porque ya he mirado.